En la evolución de las granadas, se produjeron avances militares y nuevas doctrinas derivadas de la experiencia británica en la Guerra de los Bóers, con masas de maniobra provistas de fusiles con alcance de tiro superiores a los 700 metros.
Estos elementos armados llevaron inevitablemente a un nuevo tipo de guerra de estancamiento, en el que ambos bandos tendieron a protegerse tras parapetos, zanjas y trincheras.
El primer ejemplo de este tipo de conflicto se dio en forma muy limitada en la Guerra de Secesión, pero fue en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) cuando el estancamiento de la guerra de trincheras se hizo patente.
El primer ejemplo de este tipo de conflicto se dio en forma muy limitada en la Guerra de Secesión, pero fue en la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) cuando el estancamiento de la guerra de trincheras se hizo patente.
Las líneas de tiradores solían encontrarse a menos de 60 metros. Por ello tanto rusos como japoneses se vieron obligados por las circunstancias a improvisar y revivir las granadas de mano. A los primeros ejemplares realizados en el mismo campo de batalla a base de botellas y dinamita les siguieron otros fabricados con tubos de acero y explosivo de alto poder, de calidad muy mediocre, pero que permitían despedazar un hombre si eran arrojadas con habilidad.
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